Morisco del Hondo Sur, por su madre, cortisonado y retórico, Felipe González se me presenta hoy, en uno de tantos encuentros madrileños, periodísticos, como un viejo muchacho, adolescente apócrifo y cansado, con siete años menos que yo, ropa italiana elegida por su mujer, Carmen Romero (ay cuando la esposa ya sólo se queda para la guardarropía, para la prendería deserotizada del matrimonio), cenceño, irónico y mayormente cínico.