El único escritor profesional y reconocido en Madrid que teníamos en la provincia era Miguel Delibes desde su Premio Nadal. Pero Miguel no acudió jamás a estos saraos antañones e inútiles. Yo le conocí pocos años más tarde en la redacción de El Norte de Castilla. Miguel me consagró literariamente cuando una tarde me diera veinte duros por un artículo.

Miguel Delibes, con precisión y optimismo, como hacía él las cosas, fue introduciendo mis artículos en periódicos y radios de provincias. Miguel estaba contento con el descubrimiento de un escritor nuevo que se llamaba Francisco Umbral. Él fue mi primer público y mi primer promotor. Tuvimos unos años de trabajar juntos. Yo atendía y entendía bien sus encargos y él comprendió en seguida lo que se podía esperar de mí y lo que no se podía esperar. Las mejores amistades nacen a la sombra de un trabajo compartido.