Y luego, devuelto ya a este libro, tendría que glosar (puesto a glosar mi presente inactual) un artículo feminista que trae la prensa de hoy, denunciándome como «misógino, cínico y benevolente». La autora, pese a que me conoce personalmente, no acierta en nada. Me ha brindado una página de publicidad gratuita, con una de las fotos mías de prensa que más me gustan. Así como me gustan los tres adjetivos de la serie (dedicada a los grandes hombres/grandes misóginos de España). «Misógino, cínico y benevolente.» A lo mejor es uno las tres cosas.
Tú sabrás, María, amor.
En todo caso, soy un misógino muy explotado por las mujeres. Pero la página está muy bien confeccionada, la foto queda divina y todo el contexto es benéficamente escandaloso, escandalosamente benéfico. Viene a reforzar mi línea (una de mis líneas) de escándalo social y literario. Tú conoces bien eso, María. ¿Cómo la pobre mujer, la articulista, es tan obtusa que no ha previsto eso? ¿Cómo no ha previsto que lo que resta es una página diabólica, cínica y publicitaria? Debo agradecer al periódico la forma en que lo ha dado, pues resulta engrandecedora, contando con lo que pudiéramos llamar mi marketing. Y es que estas pobres maduras luchan por una causa (vicaria, burguesa, falsamente rebelde), mientras que uno sólo lucha por la gran causa revolucionaria o por la causa personal de la personalidad. De la imagen. Como contribución a la imagen, el artículo de la tía, toda la página, son impagables.