EL REY Y LA REINA

Tormenta republicana, duelo al sol, clamor popular, griterío en los periódicos, querella monárquica, me sumo a la balasera. El rey ha hecho lo último que podíamos esperar de él, lo incalificable, lo afrentoso: el rey se ha dejado pintar otra vez por Revello de Toro.

Ni OTAN ni Maastricht. A uno le parece que lo más grave que ha obrado don Juan Carlos desde entonces hasta hoy es reincidir en Revello de Toro, posar otra vez para el gran pintor de calendarios, y, lo que es más inexplicable y cruento, mandar que metan a la reina Sofía en otro retrato parejo del parejo Revello. ¿Cómo no van a rugir las masas en la Casa de Campo, cómo no van a clamorear los periódicos, cómo no van a ponerse en pie los parlamentarios, como un solo escaño, ante tal abuso de poder?

A los antepasados de este rey los pintaban Velázquez y Goya. Todavía a don Alfonso XIII lo pintó Sorolla en el Retiro o por ahí, hermoso cuadro lleno de luz heráldica y sombra de la Historia. Desoyendo el gusto de su abuelo y la grandeza pictórica de sus ancestros, el rey actual, Juan Carlos, un hombre que ha dado la mano a Antonio López y a Chillida y a Álvaro Delgado, entre otros grandes artistas, se hace retratar una y otra vez por el habilidosillo portadista Revello de Toro. ¿Adónde va la Monarquía, adónde va la Constitución, adónde va España, Señor, Señor?

Los editorialistas están en una llaga estos días, los pensadores políticos están en un grito, desde la izquierda roussoniana y campestre a la derecha liberal y progresiva de Aznar, la España se cruje ante tan inmenso error. ¿Es que el rey cree que puede elegir sus pintores libremente, como si esto fuera una monarquía absoluta? ¿Es que el gusto del pueblo y de los intelectuales no cuenta?

Don Juan Carlos ha vuelto a agraviar a los artistas de España, tantos y muchos, todos buenos, decantándose por el más convencional, y ha sometido a igual perpetración histórica a la reina, esta reina dulce, ilustrada y grave, haciéndola posar para Revello de Toro como si fuera una marquesa de pueblo, un título del Vaticano, una duquesa de Primo de Rivera, cuando su pasado es selecto entre las europeas noblezas. Revello de Toro, es que se dice y no se cree. ¿Cómo no va a haber garata republicana en la calle y en los Casinos?

Los cuartos de banderas crujen tensiones, las Cancillerías ponen cablegramas, los sindicatos pisan la calle con pie numeroso y urgente. ¿Hasta cuándo, Catilina? Estamos celebrando a Goya, caprichos y tapices, con auspicio de la ministra Aguirre y de los grandes críticos de arte, España arde de pinturas nuevas, de pintores vivos, vanguardias, hiperrealismos, novedades, el otoño caliente a la briosa manera de Goya, y la Corona, ajena al inmenso suspiro popular, posa con todas sus galas, toisones y cruces, virtudes y bandas, para el pintor de los abarroteros enriquecidos y los críticos cursis.

La Monarquía, que tanto nos costó traer, declina ahora en el lienzo amanerado, engañoso y empastelado de don Revello. ¿Es que un solo culpable puede acabar con los Borbones? La República arde en impaciencias, los malasañeros se mueren en brazos de los guardias, Manglano se deshoja en mil flores de sangre, y todo por la conmoción latiente de ver al rey y la reina en efigie de calendario de cocina. La Monarquía bizarra del 23/F y la Puerta de Alcalá ha claudicado ante el pintor de las alcaldesas y los caciques. Revello y cierra España. 


20 de septiembre de 1996, diario El Mundo