Los intelectuales exquisitos, los que iban todas las noches a la bodeguiya a pedir un cargo en Estrasburgo, los editorialistas profesionales de la objetividad (la objetividad es un oficio tan convencional como el teatro, porque tampoco existe, como la obra que se pone) fueron conminados por Felipe a hacer un manifiesto pro/OTAN, ya que la intelectualidad de la calle, la gente libre, los artistas, estaban todos en contra. Dopados de whisky y ambición, hicieron y firmaron una cosa llena de avilantez y sofisma que a alguno de los mejores le avergüenza hoy. Otros, por mero resentimiento de no haber recibido las treinta monedas de la traición en divisas para Estrasburgo, se han vuelto contra la Moncloa, lo cual que andan perdidos y nocturnos, que es lo suyo.