Felipe siempre ha sabido crear titulares para esta sociedad de la información, pero la frase de un triunfador no suena igual que la de un vencido, aunque sea la misma frase. Y todo lo que a González se le habría celebrado y traducido cuando era el hombre-Estado, hoy suena a blasfemia de marginal voluntario, de monologante errático que tiene algo de rey loco de Shakespeare, pero sin la belleza verbal shakesperiana. Y lo que no se entiende —ay—, al menos debe sonar bien.