Con este resumen de la inmigración intelectual llegamos a una conclusión o corolario: del exilio, los buenos eran los de siempre, los que ya sabíamos: Juan Ramón y el 27, Ramón y pocos más. El resto fue creación de la distancia y la nostalgia, referencia erudita, nada. Franco fue criminal con ellos, pero se murieron con el corazón oxidado, como quizá habían vivido desde que tuvieron que huir de España. En un país republicano, democrático y europeo, en una España tranquila y moderna, habrían sido mediocridades. La Historia les hizo un favor irónico al darles una dimensión simbólica que luego no sostenían. En un verso de Aleixandre, que se quedó, hay más grandeza, actualidad, telurismo, creación y lenguaje que en todo el exilio “oficial”. Esto es cruel de decir, pero ya está dicho.