Qué alivio, a medida que vamos abandonando misiones, en la vida. Ahora escribo frente a la ventana, comienzo un libro, un diario, no sé, algo sin otra forma que la forma natural de mi existencia, sin otro ritmo que el de mis días, que tampoco van siendo ya muy rítmicos.

Y no hago este libro, ni nada de lo que hago, buscando la profundidad, mi profundidad o la del mundo. Nunca he creído en la profundidad, ese mito en forma de pozo. Hegel, Freud, Adorno niegan la profundidad del hombre. El hombre es complejo por fuera y elemental por dentro. Más que elemental, común. Dice Laforgue: «La mujer es un ser usual». Y el hombre. Somos usuales, lo cual quiere decir, por el lado positivo, que tenemos algún uso. Y ya está bien.