Carlo, escaso, barbita sucia, proxeneta, bizqueando, le sonreía con dientes de hambre, venía por entre las mesas hacia la barra, hacia él, confidencial y ostentoso al mismo tiempo. Carlo, de piel ofidia, de hueso desnutrido, con su blando traje de mezclilla y su suéter flojo, marrón, como una gola desbordando el cuello de la chaqueta y la barbita envidiosa del tipo. Carlo, fumador y susurrante, conversador al oído, pájaro de café con leche, pobre sexual, mendigo sexual, malo, todo de uñas mordidas y venas viejas, Carlo, sin edad, venía hacia él para pedirle un chivas y un cigarrillo. Para la confidencia sucia y el consejo fácil, el halago deslizante, el odio: tú tienes clase, tú vales dinero, te vas a hacer el amo.
—Tú tienes clase, tú vales dinero; te vas a hacer el amo.